“Por encima de todo, me quedo con las lecciones de humanidad espectaculares que pude vivir en esas horas terribles”

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Reproducimos por su interés y actualidad esta entrevista realizada a Daniel Mayor hace poco menos de un año. Este fuentecanteño vivió de manera directa los atentados de Barcelona y relató su experiencia. Toda una lección para quienes hoy tratan de utilizar el aniversario en su propio interés espurio

 

Aún hoy, cuando ya han pasado varios días desde el atentado, a Daniel Mayor Bermejo, técnico de emergencias sanitarias de la Unidad de Soporte Vital Avanzado (USPVA) Pediátrico y Neonatal adscrita al Servicio de Emergencias Médicas de Cataluña, le resulta difícil hablar de esas horas.

“Estábamos de guardia donde está adscrita la USVA, en el Vall d’Hebron, cuando llegó la noticia de que había un atropello con varias víctimas en la Rambla. Inmediatamente, le dije al médico que estaba conmigo, ‘oye, ¿esto no será un atentado?’, y él me dijo: ‘no seas cenizo, hombre, espero que no”, relata.

A los cuatro minutos recibían la orden de movilizarse y acudir a socorrer a un niño de 3 años que había sido llevado a un ambulatorio distante 300 metros de la Rambla y que se hallaba en parada cardiorrespiratoria. “Durante el trayecto, empezamos a conocer las noticias que apuntaban a un atentado, y tanto la enfermera como el médico como yo comentábamos qué clase de basura era la especie humana para ser capaz de algo así”.

Al llegar se encuentran un auténtico caos: “no llegamos a entrar en la Rambla, fuimos directos al ambulatorio. Aquello estaba lleno de gente aturdida, despavorida, otros preguntando por familiares y amigos a los que habían perdido de vista durante el suceso, turistas intentando hacerse entender… y en medio de todo, la policía, los mossos, intentando poner un poco de orden para permitir que los sanitarios hiciésemos nuestro trabajo”.

Intentaron abstraerse de todo para concentrarse en su trabajo: salvar la vida del niño. Dani tiene fijada en su mente una imagen “sus zapatitos, me viene esa imagen y no puedo ni imaginarme por lo que han pasado sus padres, sus familiares”. Consiguieron que el niño remontase la parada y le trasladaron al Hospital de Sant Pau, aunque estaba tan malherido que apenas le aguantó ese hilo de vida. Entonces no lo sabían, pero se trataba de Xavi Martínez, de Rubí, que paseaba por la Rambla con su tio abuelo Francisco López, de origen granadino y también fallecido.

Aunque no llegasen a pisar el lugar exacto del atentado, Dani señala que durante las horas que permanecieron en la zona “pudimos ver verdaderas lecciones de humanidad, de todos, de los servicios sanitarios, de los policías, los bomberos, la gente que trataba de ayudar como podía, los comerciantes, la gente de los bares… Todos, incluso gente que no hablaba el mismo idioma, colaborando. Con eso me quedo, eso nos reconcilió con la especie humana”.

Tras unas horas de espera, ya con el sistema de emergencias protocolizado funcionando, se les ordena regresar a su base y permanecer allí por si se les necesitaba de nuevo.

Esa tarde-noche y los días posteriores, intenta asimilar lo ocurrido, “pero es imposible. Hablamos entre nosotros de lo que cada uno sintió y siente, como una especie de terapia, y eso alivia algo, pero no puedes borrar lo que has visto, la imagen de esos zapatos, pensar cómo estarán sus padres, eso no te deja dormir”.

Y es que, afirma, en sus diez años de trabajo nunca había vivido una situación así. “He vivido situaciones muy duras, de accidentes de tráfico o enfermedades, pero en cierto modo piensas que eso ocurre, la gente, los niños, pueden enfermar, pueden sufrir un accidente. Te duele pero sabes que eso pasa. Lo que no se puede aceptar ni asimilar es que una locura como esta se lleve por delante a un niño, ese absurdo, esa inutilidad te supera”.

Por eso apunta que tanto él como sus compañeros están bastante decepcionados, y hasta dolidos, con la reacción de alguna gente. “Ves a gente desde su casa o su despacho, con un teclado delante, hablando que si los bolardos, las banderas, que si tal habló en catalán, que si tal dice cual, que si los refugiados, que si hay que echar a todos los musulmanes…, y piensas en lo absurdo de sus análisis: si hubieran estado allí, si hubieran visto a gentes de todo tipo, de todas las religiones, de muchos países, superando el horror y el miedo para intentar ayudar en lo que pudiesen, hablarían de otro modo. Hablarían de lo importante, de la lección de humanidad que dio la gente en esa situación límite, o al menos tendrían la decencia de callarse”.

En el plano personal, Dani asegura que la experiencia le ha cambiado profundamente. “No le deseo a nadie que viva esto, ni a mi peor enemigo, pero si puede hablarse de alguna enseñanza positiva sería esa: cómo ver esa tragedia y la respuesta de la gente hace que mires el mundo de otro modo. Es posible que suene a locura, pero reconcilia con la especie humana: frente a la locura asesina de unos pocos, la reacción solidaria de muchos, esa entrega espontánea, te cambia la perspectiva”.