Bachillerato a 7.000 kilómetros de Extremadura

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A miles de kilómetros de casa, viviendo con una host family (familia anfitriona) y estudiando en una high school (escuela de secundaria). «Todo parece una película constantemente», cuenta la placentina Paula Iglesias. Esta es la vida de los 16 alumnos extremeños que están cursando primero de Bachillerato en Estados Unidos y Canadá (allí equivale a Grado 11) gracias a las becas que cada año concede la Fundación Amancio Ortega, que cubre todos los gastos. Desde su primera edición, en 2013, se han beneficiado 62 extremeños. «Siempre había querido estudiar en el extranjero pero mi familia no podía permitírselo», reconoce Lucía Arias, de Mérida. Todos los becados por el dueño de Inditex, el hombre más rico de España, han sido seleccionados en función de sus notas de la ESO (tiene que superar de media el 8), la renta familiar y varios exámenes de inglés. En la última edición se presentaron 12.000 personas, pero solo 1.800 pasaron a la segunda fase y 600 lograron beca, entre ellas estos 16 extremeños. «La lista definitiva se publicó en enero, sentí muchísima felicidad al saber que iba a cumplir mi sueño», recuerda Lucía López, de Esparragalejo. «Lloré de la emoción, no me lo creía», cuenta Claudia García, de San Pedro de Mérida. Su aventura comenzó hace ya más de dos meses, terminará en junio, pero tras dos meses allí, estos 16 extremeños ya son plenamente conscientes de que están viviendo una experiencia «que te cambia la vida», dice Eugenio Cano, de Badajoz. «Es totalmente recomendable, es algo único y especial que vas a llevar contigo toda tu vida», añade Carlota Linde, de Badajoz.

Becados por la Fundación Amancio Ortega, 16 alumnos extremeños estudian este curso en Canadá y EEUU. «Está siendo una experiencia única», coinciden H Desde que se conceden estas becas (2013), se han beneficiado 62 jóvenes de la región

Conviven en diferentes estados de EEUU y Canadá con familias de acogida que les permiten integrarse plenamente en la cultura americana. Todas ellas les están haciendo su adaptación y su estancia fácil y agradable. «Aquí tengo unos padres geniales, es una gran oportunidad de vivir la vida americana», afirma Lucía Marzal, pacense. «Desde el primer momento se involucraron totalmente conmigo. Mi hermana americana ha sido una ayuda bastante grande y a los padres ya los siento como si fueran míos propios», señala Marina Gil, de Montehermoso. Porque saltar el charco y alejarse del hogar y la zona de confort tanto tiempo no es sencillo para jóvenes de 16 y 17 años. Y no pueden recibir visitas de sus familiares. «Todo es muy diferente. La primera semana es todo guay, luego se va haciendo duro porque cuando superas un obstáculo aparece otro y eso cansa. Pero con el paso de los días todo va mejorando y empiezas a encontrar tu lugar», apunta Belén Garrido, de Badajoz.

El sistema educativo americano tampoco tiene nada que ver. «En mi opinión le da mil vueltas al español», dice Francisco Moreno, también pacense. «Podría darte infinitas razones, pero la principal es que así se preocupan más por otros aspectos que no sean el académico». En EEUU y Canadá el curso se divide en dos semestres y en cada uno los alumnos tienen que elegir cuatro materias entre un amplio abanico de opciones, algunas poco convencionales en España como política, cocina, teatro, diseño, leyes, trabajo mental, fotografía, liderazgo, psicología… «En mi instituto hay 150 asginaturas distintas para elegir», cuenta Mauricio Sánchez, placentino. También las clases suelen ser más prácticas, más motivadoras y «menos de memorizar», y son los estudiantes, y no los profesores, los que cambian de aula. «Es una mejor manera de estudiar y descubrir lo que de verdad te gusta. Creo que te preparan más para la vida real porque te enseñan cosas que de verdad vas a necesitar», explica Sergio Méndez, de Badajoz.

El instituto, «un centro social»

Además, se puede elegir el nivel de dificultad que más conviene a cada uno –«si llegas al nivel máximo que imparten en el instituto puedes tomar algunas clases incluso en la universidad»– y «se fomenta mucho el trabajo en equipo, por eso hay clubs con muchas actividades y todos hacemos deporte a diario. Yo, por ejemplo, estoy en un banda de jazz, en un club de matemáticas y otro de running», apunta Bruno Domínguez, de Aldeacentenera. Esos clubs serán una de las cosas que más echará de menos Andrea Gil, de Villanueva de la Serena. «Es una forma de crear vínculos y potenciar nuestras habilidades». La emeritense Lucía Arias está incluso descubriendo en Canadá nuevos hobbies: «nunca pensé que me llegaría a gustar jugar al fútbol en un equipo o que mi clase favorita fuera teatro». Araceli Gómez, de Gata, también ha descubierto el crosscountry y «pronto entraré en el equipo de animadoras, me hace mucha ilusión». En definitiva, resume Lola Palacios, de Fuente de Cantos, «aquí el instituto es como un centro social, se hace de todo, no como en España».

Aunque eso sí, todos coinciden en que el nivel en general es más bajo y eso les asusta un poco pensando en que el siguiente curso tendrán que enfrentarse a Selectividad. Pero mientras, están dedicados a aprovechar la experiencia. Todos esperan impregnarse de la cultura americana, crecer, perfeccionar su inglés y están también aprendiendo a valorar lo que tienen en Extremadura mientras ganan nuevos amigos y una segunda familia. Saben que a su vuelta ya no serán los mismos: «El regreso será otra aventura igual de dura y de mucho aprendizaje», concluye Belén Garrido.

Fuente: El Periódico – Guadalupe Moral